miércoles, 25 de julio de 2012

Liderazgo y rock and roll


En su libro Rockvolución empresarial (Empresa Activa), Salva López, colaborador del Departamento de Dirección de Marketing en ESADE Business School, sostiene que “en un mundo que necesita reinventarse, debemos aprender de las buenas ideas allí donde estén (…) y los músicos tienen una original manera de pensar y afrontar los retos”. Leyendo el libro de Salva acudían a mi mente pasajes del capítulo de mi vida en que, dedicándome al periodismo político, “alternaba” con la crítica musical. Para mí tan serio era lo uno como lo otro, pero no eran pocos los que se sorprendían de que mantuviera esa dualidad. En España, la música es un pasatiempo, tanto para la mayoría de la gente como para nuestros gobernantes; en otros países, es algo muy serio.

Por eso entiendo perfectamente lo que sentía Salva López cuando –lo explica en su libro– ocultaba su afición por la música en las entrevistas de trabajo. Y me siento identificado, puesto que yo siempre he militado en bandas de rock y, como él, siempre lo he callado en las entrevistas de trabajo (o mientras realizaba mi trabajo).

(ladillo) Rock the nation!
En Estados Unidos muchos ex miembros de bandas de rock son ahora altos ejecutivos de grandes multinacionales. Bill Clinton se ponía gafas oscuras y tocaba en público (¡y en televisión!) el saxofón mientras era presidente, y Barack Obama ha cantado en más de una jam session de las que se organizan regularmente en la Casa Blanca, desde 1978, como parte de la serie In Performance at the White House. Ignoro qué se escucha en la Moncloa, ni me consta que se haya hecho nunca un concierto allí. De hecho la música ni siquiera se considera cultura en España (de ahí que no se pague por ella un IVA reducido).



En las entrevistas de trabajo puede que te pregunten si practicas algún deporte, pero difícilmente te preguntarán si tocas en algún grupo de música. ¿Intentan saber algo más sobre tu persona y tus habilidades sociales? Pues bien, citando a Salva López: “una banda de rock es un entorno de creatividad, trabajo en equipo, orientación a objetivos, negociación, innovación y metodología, una banda bien puede ser un equipo de alta rendimiento ¿Y no son estos términos fundamentales en el mundo de la empresa?”.

Este punto de vista nos puede ayudar a reconocer que U2, The Rolling Stones o Bon Jovi –por poner ejemplos mediáticos– son empresas dedicadas al show business y que Bono, Mick Jagger y Jon Bon Jovi no sólo ejercen la dirección artística de las mismas: gestionan talento, entusiasmo y brillan como solistas apoyándose en sus compañeros. Lo dijo una vez el batería de los norteamericanos Aerosmith: el nivel de competencia de un grupo de música cuando está tocando es igual a la capacidad que tenga su miembro más débil, o sea, el instrumentista con menos habilidades o talento. Una manera inteligente de decir que todos los miembros de un equipo son importantes (si uno no funciona, se convierte en una nota disonante), ergo si Aerosmith han conseguido llegar donde están no puede deberse solo a su famoso cantante y a su guitarrista principal. Y es que un grupo de música actuando en directo es uno de los paradigmas del trabajo en equipo “en tiempo real”.

(ladillo) Rock your business!
En Estados Unidos se organizan cada año los llamados Rock and Roll Fantasy Camp, en los que, pagando una bonita cantidad de dinero, puedes convivir unos días con estrellas del rock de primer nivel; practicar con ellas (no es necesario tener conocimientos previos de música ni tocar ningún instrumento) y, como colofón, actuar a su lado en alguna sala de conciertos con solera del país.

David Fishof, fundador y CEO de Rock and Roll Fantasy Camp, es también autor del libro Rock your Business: what you and your company can learn from the business of rock and roll. En palabras del ex cantante de Van Halen, Sammy Hagar, Fishof muestra en su libro porqué las más grandes estrellas del rock mundial son también las entidades más innovadoras, y de qué manera un empresario puede alcanzar el mismo estatus como emprendedor. Por cierto, Jon Bon Jovi es asesor político de Barack Obama y se sienta en el Consejo de la Casa Blanca para Soluciones Comunitarias al lado de gente como John Donahoe (presidente de eBay) o Paula Boggs (vicepresidenta de Starbucks).

De hecho, Fishof también organiza el Corporate team building and training camp, donde los empleados de cualquier empresa se convierten en estrellas de rock and roll para crear e interpretar sus propias composiciones con la ayuda de auténticos artistas. Adaptación al cambio, creatividad, trabajo en equipo, comunicación, gestión del entusiasmo, compromiso para llevar a la práctica las ideas… un estimulo y una forma diferente de revitalizar o reiniciar a los empleados.

(ladillo) Rock your fans!
Las empresas sueñan con fidelizar clientes. ¿Hay un cliente más fiel que un fan de un grupo musical? Cuántas lecciones podrían extraer los empresarios si hicieran un case study sobre el modo en que algunos grupos consiguen esos incondicionales die hard fans. Salva López nos ayuda: “pregúntese si sus clientes sienten algún tipo de entusiasmo por su producto o servicio, y pregúntese qué hace usted o su empresa para generar, alimentar y gestionar ese entusiasmo. ¿Cuida usted a sus clientes mejor o peor que a los potenciales clientes que trata de atraer?”. Esta última pregunta no es baladí, pues todos conocemos casos de empresas que disponen de mejores ofertas para clientes nuevos que para aquellos que llevan años con ellos; que se desviven por captar nuevos clientes antes que cuidar mejor a los que ya tienen. Pensemos en la fidelidad del fan… ¿puede su empresa, producto o servicio generar sensaciones parecidas a las que un fan siente cuando escucha su música favorita?
Keep on rocking!

También puedes leer mi artículo en el blog de tendencias en comunicación del Grupo BPMO

jueves, 19 de enero de 2012

Disecar entradas de conciertos







Conservo las entradas de los conciertos a los que he asistido. No hay ánimo de coleccionismo en ello, ni las tengo guardadas en lujosos álbumes adquiridos ex profeso. Son una especie de souvenir que me permite revivir, en parte, tantas y tantas experiencias, inolvidables unas, para olvidar otras… Para mí, contemplar las entradas es como mirar fotos antiguas: evocan recuerdos de momentos que no volverán a repetirse en el tiempo. Porqué puedo volver a pinchar el disco de un músico cuantas veces quiera, pero nunca podré volver a asistir “ese” concierto.
Los más jóvenes deben preguntarse qué gracia tiene guardar un papelucho amarillo sacado del cajero automático de una entidad bancaria o un papel impreso en blanco y negro (del mismo modo que se preguntan qué gracia tiene comprar música grabada en un soporte físico, que ocupa metros lineales de estantería, cuando en Spotify “está todo”).
Qué tiempos aquellos en que las entradas de los conciertos se imprimían en color, con fotos promocionales del grupo o solista en cuestión. Había quién cuidaba el diseño de esas entradas como si fueran una parte más del todo: la música-el artwork del disco-el póster y las entradas de la gira… formando parte de una misma concepción artística… o promocional, como quiera verse. En cualquier caso, cuando el dependiente de la tienda de discos sacaba el talonario de entradas y cortaba la tuya por la línea de puntos del troquel sentías algo similar a cuando comprabas un disco. Bueno, para ser justo, tampoco antes todo el mundo cuidaba ese aspecto, que de todo ha habido siempre.
Hoy en día, las entradas hay que ir a buscarlas al cajero automático de un banco, que te las escupe en un papel mal impreso y encima te sustrae una impertinente comisión. Para más inri, en ocasiones, de la poca tinta usada, apenas puedes leer la letra impresa. Lamentable.
Efectivamente, este ejercicio de nostalgia viene al caso porque he recuperado recientemente los álbumes de fotos con tapas asépticas (me estoy planteando tunearlas) que uso para guardar, en orden cronológico, las entradas de los últimos 25 años. Lo hago de uvas a peras, pues solo cuando he acumulado muchas entradas voy en busca del álbum y dedico un buen rato a incorporarlas.
No me considero fetichista pero, junto con las entradas, en ocasiones he guardado púas lanzadas por guitarristas, un set list, memorabilia, confeti, etcétera. Cosas livianas que puedan guardarse en el mismo álbum de fotos. Conservo también, de cuando publicaba critica musical en periódicos y revistas, pases de prensa, V.I.P. e invitaciones varias.
El primer álbum, el que reúne las entradas del periodo que va de finales de los años 80 a finales de los 90, es un compendio de colores, formatos y tamaños. Pero, en algún momento de la pasada década, la cosa se torció en el negocio de la música en general y en el de las entradas para conciertos en particular. De repente, me di cuenta que debía cubrir páginas enteras del álbum con esas anodinas entradas de cajero automático o con las impresas en blanco y negro que te ofrece algún comercio. Sencillamente, guardar las entradas estaba dejando de tener su gracia en el plano estético. Pero, además, de algún modo la triste visión de esas entradas impregnaba el recuerdo del concierto. Y por ahí no iba a pasar.
Finalmente encontré una solución “muy del siglo XX” para que, en pleno siglo XXI, lo que quedara de una gran experiencia en directo no fuera un triste papelucho. Una solución que todavía me satisface más que el hecho de “disecar” la entrada: adjuntar fotografías en papel de lo vivido en ese concierto.
El caso es que se había perdido la magia que tenían las entradas para evocar o prolongar en el tiempo el placer de la experiencia disfrutada en un momento puntual. Pero mediante las imágenes del concierto que incluyo junto a la entrada lo rememoro más fielmente e, incluso, aprecio detalles que me pasaron por alto en directo (sobre el equipo que usaba algún músico, sobre el propio escenario, sobre las pintas de los miembros del grupo, etcétera).
Leo en Internet que el grupo español Obús hizo recientemente una tirada limitada de entradas “de taco” a color para un concierto en Madrid en el que celebraba sus 30 años de vida. Las entradas se ofrecían en dos tiendas de discos físicas de Madrid y tuvieron una gran aceptación. Ojalá esta iniciativa cale y se extienda.